Mi primera vez con el hijo del panadero

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Vivir en un pueblo pequeño tienes sus ventajas y desventajas, aún que cuando eres gay las desventajas superan las cosas a favor; tenía 19 años cuando definí mi sexualidad. Por mucho tiempo me negué y me obligué a ser alguien que no era. Me sentía muy culpable por sentirme atraído por los chicos. Aun así, quedaban estragos de mi verdadera personalidad. La gente de provincia suele ser muy retrógrada, ignórate y muchas de las veces actúa sin darse cuenta de cuánto daño puede generar sobre una persona.

Desgraciadamente un secreto en los oídos incorrectos puede recorrer todos los pasillos hasta cundir todos los rincones del lugar. Me tocó ver algunos casos de chicos homosexuales que fueron casi desterrados por sus padres solo por tener preferencias sexuales distintas, algunos otros fueron golpeados por su progenitor para hacerlos hombres, la gente mal hablaba de ellos al grado de rendir lástima por los padres.

<< ¿qué demonios le pasa a la gente?>> es algo que me preguntaba siempre. De mi parte la familia ya comenzaba a presionar con eso de tener novia. En el pueblo los jóvenes comenzaban a embarazar a sus novias entre los 19 y 25 años, y pasando esa edad ya estabas perdido. Era el menor de cuatro hermanos casados o con novia, y ellos ya pedían conocer una cuñada, mis padres ya querían yernos, y un nieto por parte de cualquiera de los cuatro.

Yo sabía que no podía cumplir ninguno de esos caprichos, siempre fui muy independiente, sobre todo cuando sabes que un día le romperás el corazón a tu familia y no sabrás cómo reaccionarán al decir las palabras que jamás quisieran escuchar «soy gay». Fue por lo mismo que desde mis 19 años comencé a trabajar; quería mis propias cosas. La idea de salir un día a la ciudad me daba mucha curiosidad, tener una casa, un auto y una vida propia sin presiones ni ataduras. 

Mi primer trabajo lo encontré en una papelería. Eran de esas que también te daban servicio de computadoras con internet; una novedad para muchos. Tenía mucho éxito y siempre estaba lleno de jóvenes esperando las máquinas para poder usarlas.

Estaba en una buena época físicamente. Tenía un cuerpo muy llamativo, en la escuela era el tipo de joven que siempre recibía cartas anónimas. Mis amigos siempre se desesperaron al ver que no hacía uso de mi galanura. Sinceramente tenía lo mío; mi cuerpo tenía una complexión bien proporcionada, una voz grave, cejas tupidas, cabello lacio oscuro, Rastros de barba a futuro, ojos cafés y 175 de altura. No me quejaba de nada; me gustaba todo lo que me había tocado. Sobre todo, las buenas nalgas que había heredado de mi familia.

Un día mientras manejaba mi bicicleta hacia la papelería que estaba a varias calles hacia el centro del pueblo, tuve antojo de algo dulce. No dude en bajar en la panadería de don Pablo. Todos conocían al señor por su negocio, y muchos en el pueblo compraban ahí por costumbre. Yo solo quería llevar algo dulce para la media tarde. Abrí la puerta y una campanilla hizo ruido; tomé una bandeja, unas pinzas, tomé un par de panes de los anaqueles y luego pasé al mostrador. No había nadie, al menos eso parecía. No quise verme molestoso, iba a dejar las cosas en su lugar cuando alguien salió del área de los hornos de piedra.

—Hola. Déjame cobrarte. Una disculpa es que andaba sacando producto del horno.

—Si no te preocupes—Anteriormente había sido atendido por una chica, o por una señora; ambos empleados de don Pablo, pero en esta ocasión estaba siendo atendido por un joven de unos 35 años. ¡Vaya que se miraba muy bien! Era demasiado guapo; tenía un porte que imponía, una voz gruesa, unos brazos grandes y musculosos, vello saliendo de su sport blanca, algo de harina en la cara y en la barba. Sus ojos cafés eran maravillosos. Y pude observar que su torso y sus piernas tenían un tamaño que llamaban la atención.

—Disculpa. Tienes un parecido muy distintivo a una familia al final del pueblo ¿es tu hermano Gaspar? Es que te pareces mucho a él.

—¡Si! Gaspar es mi hermano mayor. No te ubico, ni te había visto en el pueblo.

—Dudo mucho que me recuerdes, yo si me acuerdo de ti. Te vi desde muy pequeño correr en calzones—bromeó—Yo estudié con Gaspar la primaria y la prepa también. Luego les perdí la pista por irme al extranjero.

Era muy agradable. En verdad era simpático. Te caí bien desde la primera vez que lo tratabas, era imposible no ser cautivado por la hermosa sonrisa que su cara cargaba. Media como 1.85 y eso me llamaba más la atención. Fue la razón por la que comencé a pasar todas las tardes después de trabajar; comprar pan era solo un pretexto, y por lo visto le agradaba mi presencia. Ya sabía mis horarios y comenzamos a intercambiar un poco más de información. Me di cuenta que muchas chicas le coqueteaban al ir a comprar, de hecho, iban más mujeres jóvenes que señoras << ¿quién no quisiera ser desposada por un semental como Sergio>>

—¿Entonces te llamas Sergio? —Pregunté para salirme de la duda después de varios días de acudir a esa visita.

—Si. Pero la verdad es que la gente nunca usa mi nombre. La mayoría me dice Chello, de hecho, tu hermano me conoce como el wero. Así que puedes decirme como más te guste.

—Creo que seré el único que te llame Sergio entonces. ¿Por qué te fuiste al extranjero?

—Bueno, creo que por las mismas razones por la que todos se ven. Una vida mejor; me fui desde que tenía tu edad, quería experimentar cosas nuevas. De hecho, me casé, tuve una hija, pero luego me divorcié. El problema es que ella se quedó con la casa y para mí era como comenzar de nuevo. Tenía buenos ahorros y me tomé un tiempo para enviarlos aquí a una cuenta. Por eso decidí regresar, para invertir en algo. Mis padres ya son grandes y mis hermanos no quieren hacerse cargo de la panadería, así que ando aprendiendo del oficio familiar. ¿Y tú?

—Apenas terminé la prepa. Quiero irme a estudiar a la ciudad, por eso ando trabajando. Quiero ahorrar para poder mudarme. Si por mis padres fuera, quisieran que me quedara aquí. Pero yo quiero ver qué hay más allá.

Nuestras pláticas eran así de profundas. Me gustaba su madurez y la forma de ver la vida. Era como platicar con un maestro; creo que diario nos aventábamos poco más de una hora, mis padres comenzaron a pensar que había conocido alguna chica del pueblo. Cuando la realidad era otra. Amaba verlo caminar al escorar los panes. Tenía unas nalgas que sobresalían en su pantalón vaquero, un torso que sentía podría romperme con un abrazo, y un bulto entre las piernas que era imposible no mirar. En varias ocasiones sentí que me atrapó mirando su entre pierna. No dijo nada y yo hice como si mirara otra cosa. Pero la verdad es que si me daba mucha tentación saber de qué tamaño era su verga.

Después de varias semanas visitándolo preferí dejar de ser tan obvio y reduje mis visitas a la panadería; creo qué pasó una semana entera sin que él supiera de mí; a pesar de no parecer homosexual, no quería que nadie supiera, y eso incluía a Sergio. No quería que un mal entendido rociara por todo el pueblo la sospecha de mi sexualidad. Pero un día mientras manejaba la bicicleta con dirección a casa me lo topé caminando. No sé a dónde iba, pero vaya que se veía igual de suculento que todas las veces; bueno creo que esta vez más. Por qué traía ropa más pequeña que todas las veces que lo vi en la panadería. Tenía unos shorts de soccer color azul, estaba algo sudado y tenía un balón entre sus manos, supuse que venía de jugar alguna reta con sus amigos.

Me vio desde muy lejos y no dudo en detenerse a saludarme. De hecho, obligó a mi bicicleta a detenerse para que platicáramos un poco.

—¿Llevas prisa? Ando regresando de ver a unos amigos, fuimos al campo para despejarnos un rato y actualizarnos ¡De hecho ahí estaba Gaspar, tu hermano! No te he visto en la panadería. ¿Dije algo que te asusto?

—No, no. Nada de eso, lo que pasa es que he estado algo ocupado. He salido tarde de la papelería y tuve que compensar en casa todas las veces que llegué tarde por detenerme a platicar.

—¡oh ya veo! Siento haberte quitado tiempo. Espero no causar más problemas. ¿Qué harás más tarde?

—Creo que iremos a la cantina de del centro; la roja que está frente al parque principal. Mis amigos quieren ir por unas cervezas. No nos vemos desde que salimos de la prepa. Ahí estaremos un rato.

—Con suerte te vea por ahí. Mis amigos igual quieres ir por unas cervezas. Y por lo visto es de las únicas cantinas para jóvenes. El resto se llena de señores y borrachos intensos.

No sé si le caía demasiado bien, si solo era casualidad, pero pues creo que le agradaba mucha mi amistad. Más en la noche como le dije me encontré con mis amigos en una cantina llamada «el cardenal» tomamos una de las mesas y de inmediato comenzaron las rondas de cerveza. Cuando mis amigos se reunían no había nada que los detuviera. Bueno, solo la falta de dinero.

Ya eran como las diez de la noche, no sé cuántas cervezas llevaba, pero estaba seguro que ya no estaba del todo sobrio. Ya estaba en ese nivel en el que comienzan a reír por cualquier estupidez que tus amigos dicen, ese momento en el que te sientes demasiado bien.

Nos gustaba demasiado ese lugar, tenía dos mezas de billar, todo estaba decorado con madera y botellas viejas, la luz era tenue, la música era buena y dejaba platicar, y solo iban caballeros; las únicas damas adentro eran las meseras que te traían las bebidas y botanas.

De repente se escuchó bulla en la entrada, era el grupo de amigos de Sergio que iban entrando. Parecía que todos lo conocían; el cantinero le dio la bienvenida por haber regresado al pueblo, les preparó una mesa, y él quedó frente a mí; levantó su botella y yo la mía para saludarnos.

Miraba de reojo a cada rato, se miraba tan bien con esa camisa roja de cuadros entre abierta; lucía un pecho velludo hermoso. Me perdía mirándolo, creo que fui algo indiscreto, y cuando me atrapaba, volteaba la cara para disimular. Creo que me atrapó demasiadas veces habiéndolo.

Me levanté, fui a orinar, había bebido demasiado líquido, el baño era algo compacto, daban 4 personas muy ajustadas, tenía un inodoro cerrado y un mingitorio compartido a lo largo como para tres o cuatro personas; un lavabo con un espejo algo percudido y una puerta de madera vieja.

Terminé de mear y me sacudí la verga; al salir miré que él orinaba en el mingitorio; yo lo hice por pena en el inodoro, nunca me gusto que me vieran orinar. No quise saludarlo mientras estaba de espalda; lo pensé para mirar de reojo lo que tenía entre sus manos, pero el miedo me superó. Me lavaba las manos cuando él terminó. Apareció detrás de mí, lo miraba en el espejo subirse la bragueta.

—¿y tú no piensas saludarme muchacho? ¿A caso crees que no me doy cuenta que me ignoras? —Dijo, logrando sonrojarme.

—Es que estaba con mis amigos. Desde luego que quería saludarte.

—Solo es una broma hombre. Me da gusto que no andes amarrado como tu hermano. Lo invitamos, pero todos sabemos que su novia no le dio permiso.

—Por eso mismo no me amarro con nadie—Tomé una toalla en rollo y le di paso para que se lavara las manos; estábamos muy apretados, pude sentir su gran cuerpo y cálida piel rosarme por completo. Nunca sentí tanta adrenalina y excitación.

—Haces muy bien. Las novias y los matrimonios no terminan nada bien. Es mejor estar así solteros y libres; de esa forma no tienes que dar explicaciones. Y puedes estar con quien quieras. Y cuéntame ¿qué harás al salir de aquí? Supongo que seguirán la borrachera.

—Es lo más seguro. Al menos que haya algo más interesante que hacer en este pequeño lugar. Supongo que después de unas cervezas más, nos iremos de aquí.

—Creo que mis amigos están en otra etapa. Todos tienen novia, amantes, hijos y algunos hasta novio—Dijo dándome un codazo.

—Si. Sé que es más complicado. Por eso mismo los amigos y yo andamos disfrutando que seguimos jóvenes y solteros.

—¿Insinúas que estoy viejo?

—¡Nada de eso! Solo que la gente de aquí a tu edad ya tiene otros compromisos.

—Tienes toda la razón. Por eso me agradó tu compañía. Me ayuda a recordar cómo era con mis amigos antes. ¿Te molesta si te pido tu número de celular?

—No. para nada.

Me había sorprendido que quisiera mi número de celular. Sería agradable platicar con él por ese medio. Salimos del baño uno tras de otro, cada quien regreso a su mesa; ellos se fueron como media hora después, casi era la media noche. Mis amigos y yo permanecimos ahí un rato más. Pero después de que se fueron, me perdieron un rato al no despegar la atención del celular. Me había prometido que me escribiría, y cumplió su promesa.

—¿Sigues en el bar, o ya andas en casa acostado?

—Seguimos aquí. No tardaremos mucho más. Ya casi pediremos la cuenta. Creo que iremos a casa de alguno de estos amigos.

—Se escucha divertido. Yo estoy solo en casa. Tengo igual algo serio alcohol, bueno, eso sí quisieras venir. Creo que sería agradable.

Me sorprendió demasiado leer eso. Me quedé mudo un rato pensando. Estaba algo confundido, para nada él era gay, eso era obvio. Al menos no lo parecía; creo que tenía todo el porte de macho; aun así, tenía muchas ganas de averiguar sus intenciones <<Quizá solo me esté haciendo especulaciones tontas. Fue claro; le gustaba mi compañía>> mis amigos y yo nos quitamos del bar y quedamos todos en vernos en casa de juan. Pero mi destino se vio afectado por la propuesta de Sergio. Así que sin dudarlo fui hasta su casa.

Tuve que inventar una excusa tonta delante de mis amigos; se les hizo algo extraño que por primera vez no terminara la noche hasta el amanecer bebiendo con ellos. Así que con el temor y la duda tomé mi bicicleta y me lancé a ver a Sergio. Admito que tenía un poco de miedo, algo de pena y sobre todo un mar de incertidumbre. << ¿De qué se trataba su insinuación?>> también podría ser que solo quería una linda amistad, después de todo me había confesado que casi todos sus amigos estaban tan amarrados como mi hermano. El seguía en la soltería. Quizá solo necesitaba un buen amigo para desvelarse y beber algunas cervezas. Todos necesitamos de un amigo que nos acompañe en las borracheras.

Al llegar tragué saliva, toqué dos veces la puerta. Él vivía en una casa muy a parte de la de sus papás. Tenían un terreno grande, así que en su parte él había construido un par de cuartos, una sala, baño; lo suficiente para estar cómodos. Había estado enviando dinero constantemente para construir una casa en la que al llegar tuviera donde llegar con su familia <<la que no consideraba que dejaría en USA debido a un divorcio>>

Así que después de tocar un par de veces con suma cautela tratando de no hacer ruido. Al fin abrió la puerta para que pasara. Vaya sorpresa la que me dio al encontrarlo en pijama. Y por pijama me refiero a unos bóxeres holgados de cuadros, y una playera sin mangas que permitían ver sus enormes y musculosos brazos. Me quedé mudo y rompió el hielo.

—Pensé que no vendrías. Sinceramente estaba a un paso de acostarme a dormir. Por eso me encuentras con estos trapos. Si te incomodo puedo ir a ponerme unos jeans.

—No. quédate así. Te ves bien ¡Digo! Te ves cómodo.

—Bueno ¿Quieres algo de tomar? Puedo ofrecerte cerveza, vodka o tequila… espera igual tengo mezcal.

—Jamás he bebido otra cosa que no sea cerveza. Soy muy novato.

—Bueno. Te prepararé un vodka muy ligero. Yo eso tomaré ¡es bebida de machos! —Dijo en broma.

Sirvió un par de vasos y después del primer trago encendió un cigarro; su bigote se veía muy espectacular, y esas piernas abiertas y enormes llenas de vellos me habían puesto el corazón agitado y la frente sudorosa.

—Si tienes calor podemos ir al cuarto. Tengo instalado aire acondicionado.

Tragué saliva y acepté la invitación. Entre al cuarto, todo estaba muy limpio y ordenado, tenía un closet lleno de ropa, unas maletas grandes a un costado, una tele enorme y una cama que se miraba muy cómoda.

—¡Vaya que tienes un cuarto muy grande!

—Y no es lo único que tengo grande—Dijo albureándome—¡Es broma! Qué bueno que te guste, cuando gustes aquí podemos ver películas y tomar cervezas.

—Es un poco extraño todo esto. Tengo apenas la mitad de tu edad. Me he preguntado toda la tarde el porqué.

—Es fácil. Aquí todos los de mi edad ya están ocupados.

—¿y por qué no una novia? Veo que muchas en la panadería te tiran los perros.

—Es complicado pequeño amigo. ¡Es muy complicado!

Así estuvimos bebiendo un buen rato. Creo que comencé a sospechar hacia donde iba todo, mientras más vasos servía lo notaba mucho más cercano, mucho más cariñoso. Comencé a sentirme un poco incómodo cuando posaba su mano sobre mi espalda, casi bajaba hasta mis nalgas; y no es que no quisiera, solo estaba muy nervioso. Nunca había estado con nadie, era prácticamente nuevo; recién salido de caja. Y te encuentras con tremenda bestia ¡obviamente opaca e intimida! Así que respiré, después de todo no quería perecer mustia. Moría por probar a semejante hombre.

—¿puedo preguntarte algo? —Me dijo con su voz tan gruesa—La verdad es que he notado algunas cosas en ti, pero no soy tan directo. Y no quiero quedarme con la dura. digo con la duda—Me encantaba como me alburéala.

—A ver ¿Qué dura tienes? Digo… duda—Aún que cuando de albures se trataba ya con confianza no me quedaba quieto.

—¡Así que sabes andar de igualado! Me agrada, me agrada. Bueno Ya hablando en serio. Noté que en el bar te me quedabas mirando mucho, y en la panadería igual. De hecho, noté que me mirabas algunas zonas íntimas, pero igual y es solo mi imaginación. ¿Por qué lo haces?

—No sé de qué hablas.

El gran hombre y yo estábamos sentados al borde de la cama, a una distancia considerable. Pero cuando hizo esa cuestión se impulsó para estar más cerca de mí. Noté que abrió más las piernas. Creo que perdí un poco la concentración, se le miraba muy bien, el bulto era enorme sin siquiera tener una erección, mis hormonas comenzaban a acelerarse, y mi vista comenzaba a distraerse cuando abanicaba sus piernas presionando su paquete.

Creo que era inevitable ver de reojo y entonces se volvió a dar cuenta. Había servido otro par de tragos, y el alcohol ya comenzaba a hacer de las suyas; puso su mano sobre mi pierna y ya no sentí incomodidad, presionó fuerte, y luego suave, se sentía muy bien.

—¿Me vas a responder?

—Ya te respondí.

—Sé que me miras esto—Y se oprimió el paquete con fuerza—¿Te gusta la verga verdad? Tranquilo, no se lo diré a nadie. Ahora sabes por qué no he aceptado cogerme ninguna vieja del pueblo, pero es nuestro secreto.

—¿Entonces eres gay?

—No exactamente, pero si en gran parte. Solo cuando veo muchachos como tú que me llaman la atención.

—¿Entonces te gusto?

—Pensé que fui claro—para ese entonces ya lo tenía muy muy cerca, incluso cuando me hablaba se acercaba de más; y yo me hacía un tanto para atrás, era como si quisiera besarme, el solo sonreía al ver que me apartaba un poco—¡Te alejas! Bueno ya, creo que es el efecto del alcohol, siempre me pone un poco loco y demasiado aventado.

—¡No me molesta! Es solo que… nunca he estado con un hombre, en realidad nunca he estado con nadie. Me cohíbe, pero no me desagrada.

—¿Nunca has besado tampoco?

—Tampoco eso.

—Entonces déjame ser el primero, tú solo déjate llevar y haz lo mismo que yo con tus labios.

Se acercó muy lento y me planto tremendo beso con sus gruesos labios, abrió mi delgada boca e introdujo sus pliegues, se movía muy lento y absorbía, mordía lento y metía su lengua dentro de mi boca. Se sentía demasiado bien.

Al inicio me costó un poco, pero en cuestión de minutos pude imitar lo que hacía. Fue verdaderamente rico. Creo que nos besamos durante dos minutos sin parar, fueron las mejores clases para aprender a besar.

—Pues para ser tu primer beso lo haces demasiado bien. Supongo que tampoco has tocado una verga.

—¿si sabes el significado de virgen, ¿verdad? —Dije con sarcasmo.

—Bueno, creo que hay mucho por enseñarte. Entraste siendo un niño, pero saldrás de aquí siendo todo un hombre—se puso de pie y se bajó el bóxer, de entre sus piernas salió una verga muy larga, se balanceaba de un lado a otro, media unos 15 cm, y eso que estaba dormida. Era blanca y muy linda, tenía la cabeza descubierta, vello recortado uniéndose con el vello del ombligo.

Bajé la cara, fue una reacción tímida, él me levantó la cara con la mano, parecía muy seguro de lo que quería, yo estaba súper cohibido, aun que intentaba demostrar que era algo completamente normal.

—¡Mírala! ¿A caso habías visto alguna verga así de larga? Fíjate que hasta ahora no ha habido mujer que me la aguanté, sobre todo cuando intenté metérselas por el culo. ¿Te gustaría que te la metan por el culo?

—No sé. Lo más que he hecho es masturbarme. Así que creo que lo que sea que quieras hacer será nuevo para mí.

—Pues todo depende de qué tanto me dejes hacerte. No me gustaría que al salir de aquí te fueras despavorido, o que dejarás de pasar en la panadería a saludarme solo por un mal rato.

<< ¿Estaba estúpido o qué? Quien no quisiera ser roto por tremendo hombre>> desde luego que quería todo con él.

—¿Por qué crees que podría tener miedo al grado de no regresar? Creo que no fuiste lo suficientemente observador entonces. No sé si notaste lo mucho que me llamas la atención. He podido coger con la mujer que quisiera, pero no lo he hecho por qué nadie jamás me llamó tanto la atención como para destapar lo que soy. Así que no sé si eso responda todas tus preguntas.

—Bueno, la verdad es que nunca esperé fijarme en un niño de 19 años. Menos en el hermano menor de uno de mis mejores amigos; pero admito que eres demasiado guapo, y tu cuerpo ¡vaya que es candente! Admito que lo segundo que vi después de tu cara fue tu gran trasero.

Me puse de pie a él y regresé mis labios a los suyos para volver a besarlo. Me gustaba la manera con la que movía su lengua dentro de la mía, nuestras manos estaban muy cerca, tomó mi cadera para tráeme más cerca, yo pasé las mías detrás de él. Tenía un culo muy levantado, y por lo que pude sentir estaban muy ejercitadas. Inmediatamente retiró una de mis manos de sus nalgas y la llevo a su polla. Estaba muy dura, muy gruesa y muy larga ¡23 centímetros! Jamás en la vida pensé que existieran.

—¿te gusta mi verga? Veo que casi no cabe en tu mano. Imagina nada más como te va a llenar el ano—me dijo cerca de la oreja mientras la lamia y besaba. La sensación era tan rica; sentía como todos mis vellos se erizaban del cuello hasta los pies al sentir lo húmedo de su boca recorriendo mi garganta, abanicando mis lóbulos y besándome nuevamente.

Ni siquiera puede responderle, pero creo que mi mano intentando mantener presionado su polla podía responder por mí. Intentaba masturbarlo, pero apenas y cerraba mi puño, y no es por nada, pero esa verga pesaba demasiado.

Me desvestí por orden de él, le di la espalda para que admirara el buen culo que me cargaba. Él se retiró lo que le quedaba de prendas y regresó a mí para admirarme, se dio un paso atrás para mirarme completo, parecía que le gustaba demasiado, me tocó todo el pecho, pasó su mano por mi cuello, pellizcó mis pezones, bajó hasta mi miembro de 19 cm, acarició mis huevos y me volvió a besar. Luego me empujó sobre la cama, y se montó sobre mí para darme indicaciones; me encantaba que quisiera llevar las riendas. Tremendo macho me cabalgaría esa noche.

—Tu solo disfruta de todo esto. Hoy me toca hacer todo; así que aprende bien la lección—Susurró. Inmediatamente beso de nuevo mi cuello, pero esta vez solo fue de paso hacía mis pezones, mordió delicadamente, luego lamió y chupó hasta dejarlos muy sensibles; cada vez que intentaba tocarme la verga él me quitaba la mano, supongo que no quería que me estimulara tanto y pudiera venirme pronto.

Su boca siguió su camino dejando una marca de saliva sobre mi piel; cada vez que besaba mis costillas, mis costados y mi obligó, arqueaba la espalda de la excitación. Por fin su boca llegó a mi verga que esperaba muy dura con algunas gotas lagrimando del hoyuelo. Con su dedo recogió el líquido y lo llevó a su boca, saboreó mi néctar; luego tiró de ella un par de veces; la tragó completa sin avisar.

Vaya que fue una explosión en mí, se sentía demasiado rico sentir esa boca húmeda y cálida absorbiendo de mi miembro. Entraba y salía, subía y baja como todo un experto, sinceramente si seguía así no dudaría mucho, todo era muy distinto a una simple masturbación. Su boca hacía magia en mi verga, más cuando uno de sus dedos mojados en saliva comenzó a deslizarse entre mi estrecho ano.

No quería gemir, sentía que apagaba mi hombría, por un segundo quise negarme a eso, no quería que fuera tan rápido; pero la verdad es que me estaba gustando la manera en la que su dedo se iba incrustando, hacia movimientos ondulatorios, y la entrada era muy suave, sentía como mi culo succionaba cada vez que salía para volver a penetrar. No tardó en bajar, olió mis huevos y luego su lengua bajó lento hasta donde su dedo jugaba. Me abrió con ambas manos, tuve que levantar las piernas para que le diera paso a su cabeza; metió su lengua, casi puedo jurar que completa, comenzó a succionar y a chupar; veía estrellas, mis ojos estaban totalmente en blanco.

—¿entonces, te está gustando? —Preguntó. Pero yo le respondí bajando su cabeza nuevamente con mi mano.

No se hizo de rogar y siguió dándome sexo oral entre las nalgas. Se ayudaba con sus dedos para dilatarme, pronto tuve dos de sus grandes dedos. Se movía muy bien, se notaba que tenía mucha experiencia, no quería bajar las piernas; con su mano comenzó a masturbarme para dejar descansar un poco su lengua, mi miembro estaba totalmente humectado con gotas de líquido pre seminal; estaba tan inflamada que nunca la había visto tan grande. Estaba gorda y la cabeza estaba roja como si quisiera estallar. Me gustaba ver cómo con su mano subía y baja la piel de mi polla mientras con sus hermosos ojos no apartaba la vista de mi mirada.

Tenía una cara de perversión, y yo una de excitación. Se puso de pie y dejó ver su monumental verga dura y gorda apuntando a mí, se columpiaba de un lado a otro por el peso de la pieza de carne; la tomó y comenzó a masturbarse para que viera; su pubis lleno de vellos, sus piernas enormes eran extraordinarias, todo su cuerpo se miraba muy rico; también yo quería recorrer ese cuerpo maduro.

—¿Quieres que te la meta? —dijo con su bella sonrisa adornando su cara.

—¿Es lo que quieres hacerme?

—Nunca he metido mi verga en un culo virgen. Quiero ese honor para mí solo. Pero no sé si puedas aguantar todo esto. Admito que es muy difícil aguantarla.

—Pues. Nada se pierde con intentar.

Sabía que quizá el día siguiente no podría no caminar, pero no podía rechazar semejante propuesta. Él se montó en mí, pesaba demasiado, al quedar arrodillado sus muslos quedaban al doble de su tamaño. Me encantaba como se miraba, su verga estaba casi frente a mí, irradiaba un olor a hombre, sentía sus nalgas en mi abdomen, estaban muy calientes y peludas. Se arrimó hasta que su verga quedó en mi boca.

Nunca en la vida había mamado, no sabía cómo hacerlo, ni había pensado hacerlo alguna vez. No sé qué fue lo que me inclinó a saborearla, tenía ganas de comerla hasta el fondo. Abrí grande la boca, la cabeza era enorme y colorada, se impulsó con su poderosa cadera para ayudarme a tragarla; mi boca era muy pequeña para aguantar tanto tiempo con ella dentro, sin embargo, hice mi mejor esfuerzo. Tuvo que ayudarme, pero ¿cuánto tiempo más puedes tragar algo con semejante grosor.

Estuvo así durante un rato, luego la sacó y sus huevos quedaron sobre mi boca, sentía que el calor me asfixiaba; el olor me agradaba. Tenía unas bolas enormes, colgaban disparejas, chupe una y luego la otra, no se comparaban con nada que hubiera visto. Con los manos fui arrimándome hasta que llegué a su culo. Imite lo que él hacía y gimió un poco. Me dio el permiso de lamer por un rato entre sus enormes nalgas. Estuve así hasta que me detuvo. Se puso de pie y regresó al punto inicial, pero esta vez estaba restregando su verga en mi culo virgen. Sentía la enorme cabeza haciendo movimientos al rededor del área; no entraba, solo jugaba. La verdad no tenía idea cómo entraría. Mientras su dueño me besaba, con las manos extendidas hacia atrás me sujetaba.

—Espero que estés listo. No se vale gritar. Así que mejor busca algo para morder.

Esa parte me dio un poco de morboso y miedo. Sentí sus piernas haciendo presión hacia mí para poder introducirse. ¡No grite por qué me aguanté como los machos! Pero dolió como los mil demonios; fue como si un rayo me partiera en dos. Y eso que solo había entrado la cabeza. Los huesos me calaron, y aun así no me la sacó, me dijo que tenía que acostumbrarme si la quería toda adentro; me convenció al saber que me la metería siempre que yo quisiera. Así que literal tomé algo para morder, por qué ni él pensaba salirse, ni yo quería que me la sacara.

Me fue claro. A él le gustaba coger duro, no se apiadaría de mí; aún que le pedí que fuera delicado <<era mi primera cogida>> tenía lubricante a la mano, así que la utilizó para intentar ayudar. Las primeras metidas fueron muy dolorosas, no sabía si había entrado toda o solo una parte, fue demasiado para mi estrecho y virgen ano. Pero después de unos minutos de entradas y salidas de ese enorme miembro, comencé a disfrutar el estímulo. Que rico cogía este hombre; si no existía el infierno, él me había creado uno, me había llevado y sacado de ahí.

Me cambio de posición, la sensación era distinta; escuchaba sus huevos romper en mis nalgas; no quería verme gritón así que seguía aguantando, ya estaba a punto de venirme, pero no quería hacerlo, yo quería seguir disfrutando de su verga. Pero no pude aguantar y comencé a vaciarme sobre su cama. A pesar de haberme corrido, él siguió dándome duro, porque él aún no terminaba.

Era un salvaje en la cama, eso no se le discutía; tomaba con ambas manos mi cadera para traerme y separarme de él; jamás pensé que en la posición de perrito se sintiera tan bien; me tenía muy abierto, me nalgueaba con su enorme mano, se acomodaba sobre mi espalda y me moría la espalda; su respiración tiraba aire caliente sobre mi cuello, y yo solo me dejaba manipular. No sé en qué momento mi verga volvió a tomar fuerza; pero tenía otra erección tan dura como la anterior.

—¡Ya voy a terminar! ¿Quieres que me venga dentro? —Preguntó con su voz cansada y agitada; se escuchaba muy fatigado, y eso me encantaba. Le dije que quería que se viniera en la posición anterior; quería ver de frente como me bañaba con su semen sobre mi ombligo y quizá hasta mi pecho. No me molestaba si bañaba mi pene, me serviría para venirme después. Así que se sacó la enorme verga, rápidamente me di la vuelta, y me acomodé al borde de la cama, asentando ambos pies al suelo. Él se montó un poco y comenzó a masturbarse. Me encantaba su panza peluda y sus enormes brazos dándose placer. Sacudía esa verga ágilmente, estaba muy húmeda y con las venas a punto de estallar.

Estiré mi mano y le agarré los testículos; se contraían; estaba muy suaves y calientes, me volvió a retirar las manos y me alejó para que disfrutara del espectáculo. La cabeza de su pene expulsó tremendo chorro de leche que fue a dar directo a mi boca. Luego la segunda fue más potente e impactó en mi frente, las siguientes cayeron en mi pecho y así disminuyó su potencia hasta gotear sobre de mi polla. Estaba muy extasiado; dio un rugido mirando al techo; se veía tan rico. Soltó su verga y reposo sobre mi pierna. Tomé mi verga y comencé a masturbarme con su imagen montada sobre mí. Su líquido lubricó los movimientos acelerados que tenía sobre mi erección.

No tardé tanto en venirme por segunda vez; vaya que terminé satisfecho. Esperó a tomar algo de aire, se levantó y me dio la mano para ponerme de pie; me pidió que tuviera cuidado, y caminamos hasta su baño; puso el agua en modo caliente, y nos metimos los dos a darnos un baño. Con su mano lavó las partes de mi cuerpo que tenían su semen. Sonrió con esa enorme sonrisa hermosa que se cargaba el cabrón, y no pudo evitar hacerme una broma.

—Te dejé todo glaseado.

—Ceo que tenías mucho atorado.

—Te dije que no había agarrado nada. Si no era con este culo virgen ¡yo no quiero nada! —Dijo sujetando mis nalgas.

Esa noche me quedé a dormir con él. Para mis papás era normal que no llegara a dormir los fines de semana, pues siempre bebía con mis amigos. Así que no se preocupaban si les enviaba un mensaje. Llegamos a la cama, estábamos muy frescos por el baño. Él se acostó desnudó y yo hice los mismo. Se sentía muy rico estar sobre su pecho peludo peinando esos vellos rizos. Él me acariciaba la cabellera, y por ratos le oprimía el miembro; quería dejar claro que era solo mío. Esos 23 centímetros tenían que ser solo para mí.

Al despertar el día siguiente me fui a casa con una sonrisa de oreja a oreja, pero con el rabo adolorido y con la sensación de seguir teniéndolo dentro. Era como si hubiera dejado su tamaño muy tatuado dentro de mi ano. Era una sensación muy extraña; dolía un poco, pero solo de recordar la sensación de semejante cogida, y de la excitación que me había hecho sentir, ponía mis piernas a temblar, mi boca a babear y con ganas de volver a sentirlo dentro de mí.

Fue como descubrir oro para mí; pasaba a la panadería todas las noches después de trabajar. La verdad me sentía atraído por él, me gustaba la idea de andar saliendo con el chico rudo y deseado del pueblo. Sentía un poco de celos cuando lo miraba platicando con otras chicas, pero sabía que en el fondo yo era el único que estaba disfrutando de todo lo que había detrás de ese mandil. Pero siempre hay un pelo en la sopa cuando se trata de las relaciones con gente más grande; creo que todos vivimos algo así. Nos ilusionamos tanto pensando que será algo duradero, no nos damos cuenta de lo inalcanzable que es, hasta que tenemos la edad suficiente para entender que jamás iba a ver algo más que sexo.

Después de una de las tantas cogidas de meses tras meses. Después de haber tragado toda su pasión, de hacerme sentir el cielo con las ricas embestidas con las que me penetraba, tuve que soltar lo que sentía. No sé si cometemos un error o simplemente es un paso a la madurez. Muchas veces me arrepentí de hacer esa pregunta, pero a como veo hoy las cosas creo que así debía suceder.

Salió todo muy natural. Después de casi 6 meses teniendo sexo, pasándola tan bien y de visitarlo casi a diario, no pude evitar cuestionarme y cuestionarle.

—Me he preguntado algo durante estos días. No sé cómo lo tomes, tampoco es presión ni nada de eso, pero ¿qué somos?

—¿A qué te refieres?

—Pues llevamos saliendo como medio año. Y pues no se ha dónde va todos esto. A mí ya me gustaría tener algo más real… más formal—

Sergio se sentó en la cama, se me quedó mirando <<creo que le daba entre ternura y lástima>> para el solo habían sido cogidas; digamos que su fijo dentro del pueblo; pero a los 19 años era demasiado ingenuo como para darme cuenta de ello.

—Es que… mira, no quiero ser duro contigo; tampoco quiero que lo vayas a tomar a mal. Pero hay muchas cosas en contra, tu edad, por ejemplo, te llevo 16 años, eres apenas un niño. El pueblo no está listo para entender muchas cosas; entre ellas la homosexualidad. Recién soy soltero; no estoy buscando algo formal. Me gustas, eso es evidente, me la paso muy bien contigo, y del sexo no me quejo. Pero para mí estar oculto es más cómodo. No creo que pueda lidiar con ser el nuevo maricón de este lugar.

—¿Significa que no somos nada?

—No lo veas como algo así tampoco. No quiero que te vayas a los extremos; si me importas, si me gustas. Pero solo somos sexo, no hay nada más que pueda ofrecerte ahora. ¿Estás bien?

Me senté al borde de la cama, al otro extremo de él, estaba completamente desnudo. Muy desilusionado con esa respuesta. Creo que a esa edad pedimos a gritos ser amados. Somos tan intensos cuando amamos por primera vez; y duelen respuestas como esas; creo que hubiera sido más fácil con alguien de mi edad. Pero jamás me he fijado en más pequeños, a mí siempre me ha gustado irme a lo grande.

Ese día me levanté, me puse ropa, los zapatos y me despedí. Me dio un beso, igual de mágicos que el resto; pero sabía que para él solo era un simple beso más. Es una desilusión, pero era muy necesario para forjarme carácter en mis futuras relaciones; te enseña a no entregarlo todo. A ser más independiente con lo que sientes; comienzas a levantar esos muros que crees que te protegerán para que no vuelva a ocurrir.

Me marché manejando mi bicicleta a toda velocidad; llegué a casa y entré directo a mi cuarto. Fue mi primera desilusión. No regresé a la panadería, incluso comencé a cambiar mis rutas de paso al trabajo; sientes como si todo te recordara a él. Creo que no comí durante un par de días, la verdad si me botó. Pero nadie muere de amor, eso es algo que aprendí. Mata más la sociedad que el amor; pasando los días, las semanas y algunos meses me encontré de nuevo con Sergio caminando por la calle. Detuvo mi bicicleta con su mano como en alguna ocasión del pasado.

—¿y tú ya no me vas a saludar?

—Tengo algo de prisa. Me esperan en casa.

—Ya no supe nada de ti. Siento mucho haber sido sincero.

—No pasa nada. Creo que puedo vivir con ello; tampoco intentaste buscarme. —¿Qué te parece si te veo en la noche y platicamos un poco sobre ello? —Lo pensé demasiado, en el fondo seguía algo enojado por lo ocurrido; ahora que lo pienso, creo que solo actuó con madurez. Me fue sincero, no dijo lo que quería escuchar, pero tampoco me engañó. Me dejó abierta la puerta por si quería regresar, concluyó con un «te extraño» y creo que eso fue suficiente para volver al lugar donde me sentía tan bien. Fue mi amante durante 3 años. Nunca llegamos a más, me mudé a la ciudad; y cada vez que regresaba lo encontraba en el mismo lugar. Es lindo ahora pasar por su casa y recordar que el hijo del panadero me dio la mejor cogida del mundo, mi primer beso y el tesoro del primer amor.

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